“Dobleces”, Alfredo González
(Algamar Producciones, 2011)
Por Javier Escorzo. Publicado originalmente en Indistanea.
Alfredo González no es un cantautor al uso. Por edad y referencias forma parte de esa pujante generación de músicos a la que también pertenecen Fabián, Pablo Moro, Daniel Merino, Rebeca Jiménez, Manolo Tarancón o Vicky Gastelo. Una generación de cantautores eléctricos que rebusca entre clásicos norteamericanos para hallar sus influencias, como lo hicieron antes Antonio Vega, Enrique Urquijo, José Ignacio Lapido o Quique González, siendo este último quizás la inspiración más apreciable en casi todos ellos.
Pero hay varios rasgos que hacen de la de Alfredo una propuesta absolutamente singular: su dominio del piano, sus letras y su empeño en reivindicar el idioma asturiano como vehículo de expresión artística, igual que lo hicieron antes que él Mus o Lucas XV (Nacho Vegas y Xel Pereda).
Todo ello queda patente en “Dobleces”, el tercer trabajo del artista de Turón. Se trata de un disco doble (primer CD en castellano, segundo en asturiano) de marcado tono confesional, en ocasiones muy en la línea del Quique González más quejumbroso (quien colabora en “Wikileaks”). El ya citado protagonismo del piano consigue que algunos pasajes estén más cerca de la música clásica que del pop rock tradicional (como el comienzo de “Todos llevan disfraz”, “La ultima fueya” o la bellísima “Llueve”). Pero es un disco de rock, capaz de acelerar el paso (el single “Hasta las manos” o la jazzística “Golpe / Silenciu”) y embestir si es necesario (“Como un toro indultado”, “Homes borrachos”, “¡Yo dimisión!”).
“Dobleces” presume precisamente de lo que más carece: un disco honesto, sin subterfugio ni doblez. Música de verdad, tangible y real, de la que más conmueve.
