Crónica / Jorge Drexler, Barañain (Auditorio, 26/10/2018)

FECHA: 26/10/2018

LUGAR: Auditorio de Barañain

INCIDENCIAS: Lleno hasta la bandera. El público se mantuvo inusualmente atento y en respetuoso silencio, lo que es de agradecer.

LA MÚSICA COMO SALVAVIDAS

El concierto de Jorge Drexler en Barañain del pasado viernes pasará a la historia por ser el último de su gira “Salvavidas de hielo”. Antes hubo otros noventa y nueve actuaciones por veinte países diferentes, lo cual deja claras las gigantescas dimensiones del artista que nos visitaba. La organización del Auditorio de Barañain puede apuntarse un buen tanto, porque no todos los días nos visita el ganador de un Oscar. Y el público, como era de esperar, estuvo a la altura de la cita agotando las localidades con bastante antelación. El músico uruguayo, como se ha dicho, venía a finiquitar el ciclo de su último disco, “Salvavidas de hielo”, un álbum en el que ha experimentado con el sonido, hasta el punto de haber sido grabado solo con guitarras. Pero, entiéndase bien, no son las típicas canciones de guitarra y voz; cuando uno lo escucha, parece que hay una banda entera detrás (baterías, percusiones…), pero en realidad todos los sonidos salen de guitarras (obviamente, no solo sus cuerdas).

En esa línea, cuando salieron los músicos, fabricaron una introducción instrumental utilizando solo guitarras (rasgando sus cuerdas y percutiendo sobre ellas). Entonces salió Jorge, en medio de una estruendosa ovación, para interpretar ‘Movimiento’, canción que aborda de manera brillante un tema recurrente en su discografía, como es la emigración y el nomadismo humano (“…somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias, sino equipaje… es más mío lo que sueño que lo que toco, yo no soy de aquí, pero tú tampoco”). En las canciones de su último trabajo intentaron respetar al máximo esa curiosa manera de obtener los sonidos; fue el caso de ‘Abracadabras’, que versa sobre el acto de escribir canciones y del vértigo que produce enfrentarse a la hoja en blanco buscando musas, ‘Estalactitas’, sobre la percepción del paso del tiempo durante la adolescencia y el descubrimiento del cuerpo propio en los cuerpos ajenos, o la ranchera metafísica con aires de blues ‘Asilo’. Sin embargo, en los rescates de discos pretéritos (‘Río abajo’, ‘Transoceánica’), la banda funcionó a pleno rendimiento. Mención especial merece ‘Doce segundos de oscuridad’, que, según explicó su autor, trata sobre los doce segundos que hay que esperar en completa oscuridad hasta que se ilumina el faro del cabo Polonio, metáfora que utilizó para describir una época de su vida en la que había perdido el rumbo.

Pasado el ecuador del concierto, Drexler se quedó a solas con su guitarra para interpretar ‘Salvavidas de hielo’ y ‘Sea lo que sea’. De los métodos y la filosofía con la que ha grabado su último disco (en realidad, de toda su carrera), puede decirse que el uruguayo es un artista obsesionado con la calidad del sonido. Quizás por eso disfrute tanto cuando le toca cantar en un auditorio con tan buena acústica como el de Barañain (y ante un público tan respetuoso, dicho sea de paso). Así lo manifestó antes de interpretar a capela ‘Al otro lado del río’, de la misma forma que lo hizo cuando obtuvo el Oscar, precisamente con esta canción, que formaba parte de la banda sonora de la película “Diarios de motocicleta”.

Después de ese tramo más íntimo, volvió a salir la banda. Primero lo hicieron los dos guitarristas para acompañarle en ‘Pongamos que habló de Martínez’, cuya letra narra con todo detalle cómo Joaquín Sabina le convenció de que abandonase su carrera como médico en Uruguay y viniese a España para dedicarse a la música. Y finalizaron por todo lo alto con otros cortes como ‘Amar la trama’ o, especialmente, ‘Bailar en la cueva’, en la que bajó del escenario para hacer lo propio con algunos miembros del público. No podía haber mejor manera de terminar.