Publicado originalmente en Efe Eme. Texto y fotos, por Javier Escorzo.
Ya han pasado diez años desde que Fabián publicase su estreno discográfico, aquel “Esperaré a la primavera” con el que se presentó en sociedad, postulándose desde el primer momento como un autor sólido y clarividente. Ahora, con cinco excelentes discos en su haber, reedita aquel debut añadiéndole a modo de bonos track un epé anterior, el tan buscado por sus fans “Plegaria”. Para celebrar el aniversario, el leonés está ofreciendo una serie de conciertos acústicos en los que el repertorio se centra en sus primeras composiciones. El sábado tocó en el Altxerri de San Sebastián, un local emblemático que lleva más de treinta años ofreciendo música en directo, principalmente jazz, aunque también se abre a otras propuestas, siempre y cuando estas tengan la calidad necesaria.
El público había llenado todas las mesas y se colocaba donde podía cuando Fabián subió al escenario. Sin mediar palabra interpretó ‘Principiosobligados (mañana)’, ’Hoy’ y ‘Dos violetas’. Lo hizo acompañando su voz fina con los leves rasgueos de su guitarra acústica, rodeado por el silencio respetuoso de la concurrencia. Quiso distender el ambiente y tras saludar bromeó sobre la solemnidad con la que estaban contemplando el concierto, aclarando que se podían pedir canciones, suyas “o de Alaska & Dinarama”. Hubo quien sonrió ante el ofrecimiento, pero hay que recordar que hace cinco años Fabián grabó y subió a Internet una serie de versiones, entre las que estaban ‘Jeses, Etc.’, ‘El sitio de mi recreo y ‘Ni tú ni nadie’, demostrando que no solo de Wilco y Antonio Vega vive el hombre.
Tras ese breve diálogo cayeron ‘Horizontes’ y ‘Apenas’, con lo que ya eran cinco las canciones interpretadas del conmemorado “Esperaré a la primavera”. Llegó el momento entonces de abrir el abanico y rescatar temas del resto de su discografía. La inmensa ‘En la tierra quemada’ fue la primera de la selección, de la que también formaron parte ‘Herida y cicatriz’, ‘No tengas miedo’ o ‘Los relámpagos’, versión de su amigo Carlos Madrid. También esa entrañable crónica de de la niñez a punto de sucumbir ante la adolescencia que es ‘He quedado con los chicos’.
La música de Fabián tiene un marcado carácter confesional. Escuchando algunas de sus letras, uno tiene la sensación de estar leyendo las páginas más íntimas de su diario. Evidentemente el autor solo muestra lo que quiere y no todo tiene por qué ser autobiográfico, pero desde luego da la impresión de que se desnuda emocionalmente. Quizás por eso sus canciones suenen tan bien en la intimidad del acústico, con el público a poca distancia conteniendo la respiración. Porque lucen igualmente hermosas, bien sea con los preciosistas arreglos folk con los que se engalanan para los discos, bien sea con la parquedad instrumental de los conciertos.
En ese punto, el autor, como queriendo quitar hierro al asunto, vuelve a ironizar sobre la frialdad de la audiencia. Es entonces, en el último tercio de actuación, cuando se empiezan a corear tímidamente los estribillos, como los de ‘La luz distinta’, ‘Páginas tuyas’ o ‘La huida’. Y uno se pregunta cómo es posible que canciones como esas no hayan destrozado el techo de cristal del público que sigue a Fabián, porque lo tienen todo, absolutamente todo, para convertirse en éxitos mucho más globales. Pero así están las cosas en la música española, y artistas de gran valía sobreviven como pueden en la lucha diaria del boca a boca y el garito, mientras las radiofórmulas y los recintos más amplios quedan vedados para otras medianías. Y quien dice Fabián dice Pablo Moro, Rebeca Jiménez, Manolo Tarancón, Alfredo González, Nacho García, Jorge Marazu, Vicky Gastelo, Txetxu Altube o tantos y tantos otros. Porque, jugando con la letra de una de las últimas canciones que sonaron en el Altxerri, “escribir canciones con honestidad y creer ciegamente en ellas sin desfallecer jamás: esos son mis triunfadores”.
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