“Corazones”, Mikel Erentxun

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Publicado originalmente en Efe Eme. Por Javier Escorzo.

 

Coincidiendo con su quincuagésimo cumpleaños, Mikel Erentxun publica “Corazones”, y a estas alturas anuncia que se trata de su álbum más personal. Podría parecer la típica frase hecha de artista en periodo de promoción, pero en esta ocasión hay varios motivos que corroboran tal afirmación.

En primer lugar, las canciones nacen de una experiencia traumática, como fue la dolencia cardíaca que hace dos años le obligó a pasar por quirófano. En la Unidad de Cuidados Intensivos el donostiarra sintió cerca la presencia de la muerte y tuvo que enfrentarse a solas con sus miedos. Cuando uno libra la que podría ser su última batalla, de nada sirven los discos de platino, la gloria de los escenarios ni los espejismos de la fama, ya lo escribió Jorge Manrique.

Con el miedo todavía en el cuerpo, Mikel sintió la necesidad de escribir. Su cabeza, siempre repleta de buenas melodías, comenzó a llenarse también de textos. Y este es un aspecto novedoso: en sus treinta años de carrera, Mikel siempre se ha rodeado de excelentes letristas: Diego Vasallo en Duncan Dhu y Jesús Mari Cormán en sus discos en solitario, además de otras colaboraciones más esporádicas, como las de Rafa Berrio o José Ignacio Lapido. Se había acomodado a una manera de trabajar en la que él se dedicaba a escribir la música, que es lo que le resultaba más sencillo, y otra persona se ocupaba de las palabras. En su anterior trabajo (“24 golpes”, 2012) tuvo que abandonar este método que tan buenos resultados le había reportado, cuando Cormán decidió apearse del proyecto y Mikel aportó varias letras al disco por primera vez en muchos años.

Pero es en “Corazones” donde parece que lo hace con más convencimiento. Da la impresión de que hasta la fecha, cuando Mikel había firmado una letra lo había hecho porque no le quedaba otro remedio: alguien tenía que escribirla. Sin embargo ahora las ha escrito por pura necesidad vital, como parte de un proceso curativo en el que los médicos hicieron su trabajo y las canciones el suyo.

Es evidente que aquí los textos no son un mero ejercicio de estilo. Los ha vomitado. Los ha sangrado, literalmente. Las canciones hablan del momento en el que su corazón dejó de funcionar correctamente y Mikel se derrumbó sobre el suelo en plena calle (‘El corazón del dragón’). Sobre la angustia que se siente justo antes de entrar en quirófano sin saber si se saldrá con vida (‘Un corazón llamado muerte’); sobre la lenta y tediosa recuperación en la habitación 403 de un hospital de San Sebastián (‘Viento errante’). Sobre la inevitable sombra de la muerte que revoloteaba sobre su cama (‘El último vals’) y sobre el inmenso soplo de vida que le insuflaron sus hijas pequeñas al ir a visitarle (‘Ojos de miel’, ‘Dakota y yo’).

Del pánico a la esperanza. Del terror a la euforia. Semejante montaña rusa de sensaciones requería gran variedad musical, y aquí Mikel despliega toda su artillería: dieciséis canciones que se mueven entre la balada más delicada y el rock and roll más furioso. En este punto hay que hacer mención al trabajo de Paco Loco, el genial productor por cuyas manos han pasado muchos de los mejores discos nacionales de los últimos lustros (Nacho Vegas, Bunbury, Copiloto, Deneuve, Abraham Boba, Tachenko…). Si algo llama la atención en el trabajo de Paco es su portentosa originalidad. Respeta el carácter de los artistas que produce, pero les aporta un sinfín de ideas que rezuman frescura. Y eso ha sucedido también en “Corazones”. Partiendo de una raíz clásica, las canciones están llenas de sonidos y pequeños detalles (cuerdas, metales, teclados, percusiones, coros…) que las distinguen de todo lo que había grabado Mikel hasta la fecha, y de todo lo que se está grabando en España en la actualidad. Por si fuera poco, Mikel y Paco han tocado todos los instrumentos del disco. Ninguno de los dos es un gran instrumentista, así que no hay virtuosismos, pero sí mucha inmediatez.

El efecto de todo lo comentado es doble: por un lado, muchas melodías son tan redondas que ya conquistan en la primera escucha. Sin embargo uno siente la necesidad de volver a ellas, porque contienen mucha información y se necesitan varias vueltas para asimilarla.

Así que, regresando a la pregunta del principio: ¿es “Corazones” el disco más personal de Mikel Erentxun, tal y como afirma su autor? Rotundamente sí, ya que se ha ocupado de todo: música, textos y grabación. ¿Es su mejor álbum, como se preguntan muchos de sus seguidores? Posiblemente, aunque todavía es pronto para asegurarlo. Analizando su discografía, ha conseguido sus mayores hitos con las apuestas más arriesgadas, (“El abrazo del erizo”, “Acróbatas”, “Detalle del miedo”…) y es evidente que este disco comparte con ellos el empeño de Mikel por alejarse de sí mismo. Que siga sorprendiendo y reinventándose a sus cincuenta años, después de tres décadas de carrera y más de veinte discos, es algo digno de admirar… y de agradecer.

 

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