Crónica y fotos, por Javier Escorzo. Publicado originalmente en Indistanea.
Debió haberse celebrado el sábado anterior pero tuvo que ser aplazado por una inoportuna enfermedad de Eva. Los seis días de retraso consiguieron que tanto el grupo como el público llegaran al concierto con más ganas si cabe.
A las 21:30 salió al escenario el telonero (elegido tras ganar un concurso), Mobydick. Camiseta de The Stooges, guitarra acústica en una mano y botella de pacharán en la otra. Entre trago y trago, el artista vizcaíno desgranó algunos temas propios, así como alguna versión (Mikel Laboa o Pink Floyd) pasadas por su particular filtro folk rock y marcadas por su profunda y poderosa voz. Logró conectar con el público, que incluso pidió bises al finalizar su actuación, pero ya no había tiempo para más; era la hora de Amaral.
Y a las 23:00 en punto Amaral saltó al escenario. Con una salvaje versión de “Hacia lo salvaje” (valga la redundancia) dejaron claro que querían sacarse la espina de la semana anterior. Así lo dijo la propia Eva, que saludó, pidió disculpas por la suspensión y prometió dejarse la piel para ofrecer un concierto tan memorable como fuesen capaces. Tratándose de Amaral, eso es mucho.
Fueron intercalando temas de su último disco (“Esperando un resplandor”, “Hoy es el principio del final”) con otros más antiguos (algunos ineludibles como “El universo sobre mí” o “Moriría por vos”, otros más sorprendentes como “No sé qué hacer con mi vida” o “Un día más”, ambos pertenecientes a su ya lejano primer álbum).
Los efectos de guitarra de Juan Aguirre consiguieron que “Como un martillo en la pared” sonase con más fuerza todavía que en el disco; como dijo Eva, es una canción que fue compuesta con indignación y que invita a luchar no ya por mejorar, sino por lo menos por no empeorar, algo que por desgracia parece necesario en estos tiempos.
Otro momento especial fue el rescate de la preciosa “Tardes”, también de su primer disco, que fue interpretada únicamente por Juan (voz y guitarra acústica) y Jaime García Soriano (guitarra eléctrica). Como dijo al terminar la canción, hace falta valor para cantar antes y después de Eva, pero lo cierto es que no lo hace nada mal.
El resto de la banda volvió al escenario. Fue el momento de “Robin Hood”, “Antártida” o “Cómo hablar”. Eva recordó que era el último día de agosto y el verano se estaba terminando antes de incendiar Zarauz con “Días de verano”.
La sorpresa de la noche llegó con “Have you ever seen the rain” de Creedence Clearwater Revival. Tras ella, “Van como locos” con la ya habitual participación del público en los coros y la magnífica “En solo un segundo”, uno de sus temas más densos y mejor conseguidos que puso fin a la primera parte del concierto.
Para el primer bis salieron Juan y Eva solos y ofrecieron otra versión: “Rogaciano el Huapanguero”, de Chavela Vargas. Y ya con banda, tres infalibles de su repertorio: “Kamikaze”, “Sin ti no soy nada” y “Revolución”, con medley de “Héroes”, la versión de Bowie que grabó Parálisis Permanente (adaptada al castellano) en 1981 para su único disco (“El acto”).
Hubo que esperar para el segundo y último bis, porque Eva se cambió de ropa y salió ataviada con la camiseta del equipo de rugby de Zarauz (Zarautz Rugby Taldea), que era el organizador del concierto (si los conciertos los organizan así de bien, ni me imagino cómo tienen que jugar a rugby). Tras dar las merecidísimas gracias a la organización y a todos los voluntarios que habían trabajado (dos veces, recordemos la suspensión) para que el concierto saliera adelante, Amaral se despidió con “Cuando suba la marea”, dejando un buen sabor y una sonrisa en la boca de todos los asistentes. Habían cumplido su promesa: había sido memorable.