Texto y fotos, por Javier Escorzo.
San Sebastián. Olor a salitre en las inmediaciones del Teatro Victoria Eugenia. Cae la noche. Temperatura otoñal. Las condiciones perfectas para disfrutar de un concierto de Diego Vasallo.
Ocho años llevaba Diego sin presentar un disco en directo. El último fue El cuaderno de pétalos de elefante, en 2003. Estuve en el último de aquella “gira” (sólo fueron dos conciertos), en Barcelona. Desde entonces, tres discos (el soberbio Los abismos cotidianos, el recopilatorio Las huellas borradas y el experimental La máquina del mundo, junto al poeta Roger Wolfe). Pero ningún concierto.
Hasta este 2011, en el que ha decidido hacer algunas presentaciones de su último disco, Canciones en ruinas. Y ayer le tocaba el turno a su ciudad natal, San Sebastián. El lugar elegido, el Club Victoria Eugenia, una pequeña y elegante sala situada en el sótano del Teatro Victoria Eugenia, donde Duncan Dhu grabó uno de los discos en directo míticos del rock nacional, allá por 1994.
Poco antes de que comience el concierto la sala está llena de personajes pertenecientes al “universo Duncan Dhu”: Mikel Erentxun, Juanra Viles (miembro fundador y batería de los tres primeros discos del grupo), Cormán (entre otras muchas cosas, letrista de los discos de Mikel en solitario), Iñigo Argomániz (el manager de toda la vida de Duncan), Rafa Berrio, Joserra Senperena, Carlos Arancegui…
A las 9 de la noche el público se sienta y los músicos ocupan su lugar: un guitarrista (acústico), un acordeonista (que en ocasiones cambiará su instrumento por un bandoneón) y un violinista.
Y por fin Diego pisa el escenario, con rostro serio y traje oscuro, en medio de un sentido aplauso. Y poco a poco va entonando sus cantos ennegrecidos al amor. Predominan los temas de su último disco, aunque rescata algunos de los dos anteriores. Sólo dos canciones de antes de Los abismos cotidianos (2000): Canciones que no hablan de amor (de Criaturas) y Juegos de amor (de Cabaret Pop, realidad virtual del rock’n’roll). Pero en los dos casos tocó las versiones que volvió a grabar para el recopilatorio Las huellas borradas (2006). O sea, que nada anterior al año 2000. Por supuesto, nada de Duncan Dhu.
A pesar de llevar tantos años alejado de los escenarios, está tranquilo. Tiene un atril para las letras que apenas utiliza. Ha ganado aplomo. Gesticula mucho con las manos. Curiosamente, parece más seguro de sí mismo que tiempo atrás, cuando daba más de 100 conciertos al año con Duncan Dhu.
Y no me extraña su seguridad, porque después de tocar muchos palos, Diego ha encontrado su estilo. Se empezó a intuir con Criaturas. Se confirmó definitivamente con Canciones de amor desafinado (para muchos, su mejor disco). Desde entonces ha ido doblando su apuesta con cada nuevo álbum. Y ha ganado en calidad mucho más de lo que ha perdido en ventas y popularidad. Pero eso no parece importarle.
Y nos importa menos todavía a los asistentes del concierto de San Sebastián, que escuchamos atentamente, conteniendo la respiración. En completo silencio. Yo apenas saco fotos, porque el leve ruido del disparo puede romper el hechizo.
Me limito a escuchar a Diego con los cinco sentidos. Lo miro y me pregunto si ese tipo puede ser el mismo que llevaba sombreros y gafas raras en los primeros tiempos de Duncan Dhu. El que se embutía en unas mallas de colores en la gira de Supernova. El que flirteaba con la electrónica y la música siniestra. El que compuso tantos y tantos temas clásicos del pop español.
Y creo que no. Puede que se llame igual, pero éste es otro hombre. La versión definitiva de sí mismo. El mejor Diego Vasallo posible.
Una mañana de Marzo
el invierno se ha ido
sin dejar rastro
sólo algunas huellas
dentro de nosotros
(Dievo Vasallo, El cuaderno de pétalos de elefante)
REPERTORIO (si la memoria no me falla):
De Canciones de amor desafinado (2000): Collar de lunas, En algún lugar oscuro, Perlas falsas.
De Los abismos cotidianos (2005): La vida mata, Prometedores naufragios, Las huellas borradas, Demasiado tarde (versión de Enrique Urquijo, a quien nombró al presentar la canción), Tristezas blancas (versión de canción popular menorquina).
Del recopilatorio Las huellas borradas (2006): Donde cruza la frontera (readaptación de Juegos de amor, de Cabaret Pop, realidad viertual del rock’n’roll (1992)), Canciones que no hablan de amor (regrabada, versión original en Criaturas (1998), y Dos imposibles.
De Canciones en ruinas (2010): La tarde, Así, Canto al amor, Gardel, Ingravidez (dedicada a Alicia).
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